Nuestros padres siempre nos dicen, sobre todo en la adolescencia, que seamos nosotros mismos, que no debemos dejar que los demás nos corten las alas ni que seamos lo que los demás quieren que seamos, cuándo son ellos, nuestros padres, los primeros que nos dicen lo que podemos o no hacer y los que, en ocasiones, no nos dejan expresarnos como nosotros deseamos. "Mi casa, mis reglas" o "Mientras estés bajo mi techo harás lo que yo te diga" son afirmaciones que seguro que todo el mundo ha oído alguna vez, y, a ver, es lógico, algunas veces si no fuera por estas cosas saldríamos muy perjudicados y no maduraríamos, ¿pero a caso no es contradictorio? Quieren que seamos como queramos pero a la vez quieren que seamos como a ellos les gustaría que fuéramos, y aunque no lo digan nunca o muy puntualmente, es así.
Al fin y al cabo, los que quieren que no seamos influidos son los primeros en influirnos, voluntariamente o involuntariamente, para bien o para mal, pero nos influyen.
Si nos ponemos a pensar no hemos sido libres en ningún momento de nuestra vida, nunca hemos sido como nosotros somos realmente, somos pequeños retales de sucesos, palabras, experiencias, etc., que se han juntado en un sentido y conformando una persona con una forma de ser propia, ya que todos somos diferentes, aunque compartamos ideas o experiencias, cada uno las vive y las siente de formas distintas. Si no fuera por estos sucesos y la forma que tiene cada uno de vivirlos no conformaríamos una persona, todos seríamos iguales, y si todos fuéramos iguales seríamos tan simples como un comunidad de motas grises idénticas, sin ideas nuevas ni una sociedad que vaya avanzando ni nada.
Si nos ponemos a pensar, aunque hayamos tenido influencias fuertes desde que estamos en el útero de nuestra madre hasta que morímos, aunque nuestra libertad haya sido moldeada para creer que realmente éramos libres cuando teníamos en muchas ocasiones las manos atadas, el hecho de que cada uno haya interpretado todos los sucesos vividos de una forma distinta nos hace únicos, y esto hace que seamos de l forma de ser que nosotros hemos querido, totalmente o en parte, ya que hemos moldeado los sucesos ara conseguirlo.
Y, como conclusión, podríamos decir que, aunque nuestra personalidad haya estado truncada por todo lo que se ha dicho anteriormente, somos únicos en nuestra especie.